miércoles, 31 de marzo de 2010

Siete.

-Estoy acá.
-¿Donde estabas ayer?
-¿Me necesitaste?
-No.
-¿No?
-No, fue una soledad pacificadora.
-Una soledad pacificadora...
-Pensé mucho y llore muchos más. Ya sabes que lloro siempre.
-Llorona.
-Pero este llanto era diferente, era un solo llanto que duró mucho tiempo, años quizás.
-Venimos al mundo llorando y nos vamos con un público que nos llora.
-Me canse de llorar y me quede dormida. Al despertar tenía los ojos secos.
Ojos escurridos y secados al sol. Tenía la mirada lavada.
-La mirada lavada. Que curiosa forma de expresarse. ¿Que vas a hacer con tu nueva mirada que ya ha sido lavada?
-No se...
-Nunca sabés nada. Vas al tun tun.
-Vamos al tun tun.
-Vamos al tun tun.
-No quiero ir más al tun tun, quiero saber lo que quiero. Quiero saber quién soy yo. Quiero ser yo. Quiero tantas cosas.
-Vos sos vos, la de la mirada lavada, la que va al tun tun, la que quiere muchas cosas.
-Yo soy yo, la que tiene la mirada lavada, los ojos escurridos y que mira con sus otros ojos. Los que todavía no se lavaron.
-Esto es otro comienzo.
-Uno más.
-¿Y el final?
-No quiero hoy hablar de finales.
-Me voy.
-¡Quedate!
-¡No! Yo soy la otra mirada, soy la del final. Hoy no me necesitas.

Y se fue...y me quede pensando, pensando si es malo pensar tanto. Otra vez esta soledad que ya no me disgusta, esta soledad a la que ya no le disgusto. ¿Es este otro comienzo? Estoy tan cansada de comenzar y sin embargo la inercia de este corazón envalentonado me lleva a seguir intentando.
Hoy, puede que sea un buen día. Asi lo siento.