domingo, 31 de enero de 2010

Cinco.

Al despertar, el vacío. Frente a la nada, el ser. Sospechas de un tiempo mejor.

-¿A que le tenes miedo?
-A la muerte.
-¿Porqué?
-No sé. Me da terror pensar que la muerte sea una continuación de esta vida.
Una vida eterna. La muerte sería efímera. Solo unos segundos muriendo y luego volver a la vida eternamente. Esta vida, pero del otro lado.
-Absurda.
-Puede ser, pero tengo miedo de que realmente sea así. Le tengo miedo a la muerte.
-Un día te vas a despertar sin miedos.
-Deseo tanto que llegue ese momento.
-Un día la muerte no va a significar nada para vos.
-¿Y después?
-¿Que te ata a este mundo?
-Nada... Quizás la esperanza tonta de encontrar a algúién.
-No vas a encontrar a nadie.
-¿Porqué?
-Porqué nadie quiere ser encontrado por vos.
-Puede ser...Pero quiero darme una oportunidad. ¿Puedo esperar un poco más?
Solo un poco más..
-El día de perder los miedos se acerca.

La tarde allá afuera igual a otras tardes. Con su gente que va y viene. Que viven y sueñan, duermen, lloran, nacen, crecen, esperan y se quedan dormidos.
Adentro. La tarde aquí adentro dura lo que durán las cortinas en censurarla. La tarde no es bienvenida. Es un estado intolerable entre la mañana llena de esperanzas y la noche repleta de derrotas. La tarde nos recuerda a él.
-¿El se acordara de nosotras?
-No creo.
-Somos fáciles de olvidar. Como el mal sabor en la boca que se quita con un caramelo.
-Somos un mal sabor.
-Somos fáciles de olvidar.
-Lo sabemos.
-Sí.